Cronos y los sonidos del silencio

Creo que Cronos (griego antiguo: χρόνος) está satisfecho con el gran poder que mantiene sobre nosotros, los mortales.

Se dice que los dioses mueren al ser olvidados. ¿Cuántos dioses habrá en el cementerio divino? Me parece que más de un dios está convaleciendo, pero no Cronos, él vive. Cronos, Eión o tiempo eterno, aquél quien devoraba todo, hasta a sus vástagos, es el dios de nuestros tiempos (valga la redundancia).

Si bien recuerdo, en tiempos griegos, el buen Cronos solía dejarse ver como una figura de viento, con una guadaña y un reloj de arena, en una mano, y en la otra, la reconocible serpiente mordiéndose la cola. Me atrevería a decir que actualmente el reloj de arena está en el museo del Olimpo y Cronos carga con un confiable reloj atómico. Quizá el cambio del reloj de arena al reloj atómico es lo que le ha dado ese poder excesivo que tiene hoy sobre nosotros. Pensémoslo por un momento, cuando cargaba con su reloj de arena, tenía que recordar darle la vuelta cada determinado período de tiempo. Quizá a veces se descuidaba por un segundo (decidiendo si utilizar o no su guadaña en un mortal irreverente) y el tiempo dejaba de ser contado. Los errores se acumulaban; Cronos tenía que rascarse la cabeza para compensar por los segundos de descuido; tenía que confiar en el sol y los astros (cuyo ritmo, paradójicamente, él dirigía) para reducir las incertidumbres generadas por esos pequeños deslices. Apolo y Pan se le ponían furiosos cuando la música perdía el ritmo a causa de sus momentos de distracción. Siendo tiempo, él mismo necesitaba tiempo de vez en cuando. Se dice que a veces se le oía pedir a gritos un tiempo de descanso. ¡Cronos vivía estresado! El reloj de arena era una carga muy pesada que no le permitía descansar, disfrutar su divinidad.

Como era de esperarse, Cronos intentó varios remedios. En la época del obscurantismo contrató personal para darle la vuelta a su reloj, pero los errores se elevaron gravemente. Cronos acumuló aún más estrés tratando de controlar a sus empleados y terminó utilizando su guadaña, una y otra vez, hasta que se quedó sólo nuevamente. En fin, para no hacer el cuento largo, un día llegó el reloj mecánico, de cuerda. No fue la solución absoluta, pues aún había que recordar darle cuerda, pero Cronos comenzó a tener tiempo de esparcimiento. Y comenzó a disfrutarlo. Le dio cuerda a su reloj y vió cómo los mortales marchaban a determinadas horas, ya no al primer rayo de sol, sino a las 5 en punto, ni un segundo más, ni uno menos. Cronos popularizó los relojes mecánicos y vio como, por ejemplo en las fábricas, los actos de los mortales eran controlados hora tras hora, minuto tras minuto… Los relojes siguieron evolucionando, llegaron las computadoras con sus relojes y calendarios. Y llegó el reloj atómico para que todo transcurriera a un sólo tempo. El mundo comenzó a moverse a pasos extremadamente controlados, rítmicamente por Cronos. El control de Cronos fue tal, que él dejó de necesitar checar la hora, o el paso del tiempo, todo el tiempo; los mortales checaban la hora, el minuto, el segundo sin necesidad de imposición divina. Aquí y allá se escuchaba, ¿qué hora es?, ¿a qué hora empieza la junta?, ¿cuál es el horario de ésta tienda?, ¿a qué hora suena tu despertador?, ¿qué horas son éstas de llegar?, ¿a qué hora sales al pan?, ¿cuándo es tu cumpleaños?, ¿qué día es la junta?, ¿Cuándo es tu vuelo?… Música para los oídos de Cronos… El ritmo, su ritmo, era ya mecánico, atómico, quasi-perpetuo.

Desde entonces, Cronos se divierte más y más con nosotros. A veces nos juega bromas pesadas, como el rumor que él esparció sobre los problemas con el conteo del tiempo y el discutido cambio de milenio en el año 2000. ¡Cómo se divirtió con el pánico que su broma generó! A veces revive ideas que tuvo hace mucho, como el fin del tiempo mortal a finales de éste 2012. No ha pegado tanto como la broma del milenio, pero Cronos aún tiene esperanza de reír plácidamente.

Cronos es cada vez más poderoso. Cada vez que suena la alarma en nuestra computadora (o el teléfono, o la iPad) para avisarnos que tenemos 15 minutos para comenzar a hacer esto o aquello, Cronos sonríe disimuladamente. Su sonrisa se expande 10 minutos más tarde, cuando la alarma vuelve a sonar para decirnos que ya sólo tenemos 5 minutos. Minutos más tarde, Cronos ríe complacido, cuando la alarma dice «¡¡¡AHORA!!!». Un segundo después, Cronos, guadaña en mano, disfruta del mensaje en la computadora diciéndonos que ya es tarde. Ríe cuando nos sentimos regañados por no respetar el tiempo, como cuando llegamos tarde a una junta y nuestros colegas nos observan con ojos enjuiciadores. Ríe porque ahora nosotros somos los estresados. Sin que él necesite darle la vuelta a su viejo reloj de arena, nuestras propias invenciones nos hacen sentir controlados por el conteo del tiempo. Cronos no necesita mover un dedo para recordarnos que lo adoremos. Solitos programamos nuestros despertadores cada noche antes de dormir. Cronos controla el ritmo de nuestros respiros, de nuestros silencios.

¿Qué sería de nosotros sin Cronos? ¿Quién impondría las horas? ¿Quién mataría a Virginia?

¡Ohh! ¡Oh! Ya pasó mi hora de dormir.
Buenas noches,
Adriana Citlali Ramírez