¡La última y nos vamos!

Hoy escribo mi última entrada sobre el proceso electoral que está terminando en México:

Para cierto porcentaje (sin mayoría absoluta) de los mexicanos, el proceso electoral terminó. Otro porcentaje (el segundo) de tamaño semejante, está descontento, muy descontento, tratando de levantar la voz para recibir respuestas, para creer que la elección fue limpia, para pedir una segunda vuelta, porque a quien se ha declarado ganador, se le declara con un porcentaje minoritario de los votantes. Un tercer porcentaje comparte el descontento, pero prefiere callar y aguantarse. Este último porcentaje (el tercero), en parte, se enfurece al ver que los segundos no se resignan y piden ser escuchados, esta parte de los terceros se une a los primeros a descalificar a quienes deciden actuar. Los tachan de alborotadores, aferrados, obstinados, berrinchudos, flojos (por salir a demostrarse), faltos de educación, acarreados, … Pura intolerancia. Nos espera un largo y arduo camino para llegar a tener un México tolerante…

No digo que no haya personas en el segundo grupo que realmente cumplan con las características negativas que se les achacan, pero así mismo se pueden encontrar dichas características en muchísimos integrantes del primer y tercer grupo. Yo creo que hay valor, y mucho, en que los ciudadanos levanten su voz, cuestionen la falta de transparencia -especialmente cuando tienen tanta evidencia documentada-. Yo creo que quien reclama el que se le haya negado su derecho al voto tiene que ser escuchado. Estaba escuchando en la transmisión de Cármen Aristegui de un grupo (dos millones de mexicanos aprox.) que se vio obligado a organizarse porque su derecho al voto se le fue negado, a pesar de haber cumplido con todos los requisitos y de formarse por horas desde muy temprano. Ignoro la legitimidad de todas las demandas, pero son demasiadas como para que sea apropiado simplemente ignorarlas. Lo malo no es quién ganó, sino cómo ganó. Lo malo no es si dicen que la elección no se puede manipular, sino que el país, los ciudadanos están rodeados de elementos para cuestionar dicho mensaje.

Yo apoyo el que los ciudadanos expresen sus ideas y exijan soluciones diferentes a su gobierno. En una democracia, la voz y la última palabra la tienen los ciudadanos. Estemos o no de acuerdo con lo que los compatriotas reclaman, nuestra obligación y especialmente la obligación del gobierno es escuchar sus razones, sus propuestas y sus opiniones. En México, por muchos años el gobierno dice o hace -bueno o malo- y el país simplemente se resigna o acepta todo como si no hubiera opciones. En los países avanzados, el gobierno dice/hace y los ciudadanos responden, cuestionan, exigen, votan. Si es un porcentaje relevante (¿20% es suficiente?) el que está inconforme, el gobierno tiene que cambiar porque los integrantes del gobierno trabajan (y lo saben) para el país no para un pequeño grupo, no para sus amigos ni para su cuenta bancaria personal. No se trata de ser de un partido u otro, se trata del país.

 

La penúltima y nos vamos:

De verdad que la publicidad pagada por el PAN ( con apoyo del duopolio televisivo de el país) hace 6 años merece una medalla. Su guerra sucia (comparar a AMLO con Chávez, decir que «es un peligro para México», etc.) sigue polarizando y trabajando en la mente de muchos mexicanos… Yo no tengo nada en contra de AMLO, no hago campaña por él ni por nadie más que por mi país. Sin embargo, tengo razones para incluso estar a su favor en ciertos puntos de su agenda política. Vivo en un país donde la izquierda es mucho más extrema que cualquier izquierda que exista o haya existido en México y el país (Noruega) funciona demasiado bien, tiene debates de ideas, transparencia, la gente siente que el gobierno le responde, la educación es buena, hay oportunidades y salarios decentes para prácticamente todas las personas, etc. En este país, si el gobierno dice o hace algo que inconforme a la población, o cierto sector de la misma, el gobierno no tarda en escuchar lo que hizo mal. Y no se queda en escuchar, hay acciones organizadas, a veces protestas, a veces huelgas, para presionar y demostrar que no es la voz de una persona, sino de muchas. Finalmente, hay respuestas, hay negociaciones, propuestas, acciones, evolución.

 

La última:

No puedo comprometerme al cien por ciento a no volver a tocar el tema electoral… El título, lo dice todo y simboliza una situación común en México, que puedo explicarla con el siguiente diálogo:

Compradre, ya nos vamos. Muchas gracias por todo, nos la pasamos muy…

– ¡¿Cómo que ya se van?! Quédense otro ratito, la fiesta va pa’ largo. ¿Les sirvo algo de tomar?

– Sí, pues… La fiesta está muy buena, pero creo que es mejor…

– ¿Tienes algo importante qué hacer llegando a tu casa?

– No, pues nada demasiado importante.

– Entonces tómate otra copita y ya luego te vas. ¿Te sirvo una?

– No, yo creo que mejor me despido.

– ¿Seguro?

– Bueno, la última y nos vamos…

La situación suele repetirse, a veces entre las mismas personas en la misma fiesta… Así la última se convierte en la antepenúltima, y ésta en la ante-antepenúltima…  Bien dicen que el que mucho se despide, pocas ganas tiene de irse.

Adiós,

Adriana